En una de aquellas noches de los entrañables e inocentes años 80 en Madrid, Borjamari y Pocholo se mueven a sus anchas en la discoteca Aguacates. Expertos en hacer bromas “canallas” a las “niñas”, con su desparpajo son los reyes del local.

Veinte años después, las cosas siguen igual. Sólo que ahora, Borjamari y Pocholo ya no son nada en Aguacates. Nada, excepto objeto de mofa y burla.

Borjamari nota que él y su hermano Pocholo están atravesando “un momento superimportante”. Percibe que algo le está ocurriendo a nivel personal. Si sólo pudiera concretar de qué se trata… A lo mejor tiene algo que ver con que Piedad, su antiguo amor platónico, ahora está bien casada y con hijos, mientras él sigue yendo en Vespino con su hermano pequeño. El cual, por su parte, sigue retozando en su nube de inocencia pura, lo cual le coloca en el punto de mira de la caprichosa crueldad de su hermano.

Para ambos, la realidad que les rodea es “superfuerte, osea, ¿sabes?”Cuando un buen día reaparece en su vida su primo Pelayo, de quien solían reirse y abusar emocionalmente en la infancia, los dos hermanos se llevan la gran sorpresa. Pelayo ha pasado de ser un niñito pijo con gafas a ser un moderno esquiador extremo, ligón y popular. Pelayo no ha dejado pasar el tren. Y ahora aprovecha para vengarse de las antiguas crueldades de sus primos.

Borjamari y Pocholo se tragan lo que les dice Pelayo y se lanzan a la aventura de viajar desde el barrio de Salamanca a Guadalajara (el viaje más largo que han hecho jamás, y también el único). Para ello cuentan con la imprescindible ayuda y presencia de Paloma, una “niña” en proceso de convertirse a “mujer” que entra por sorpresa en sus vidas y además tiene las llaves del coche de mamá. Para entendernos, Paloma es el equivalente femenino de Borjamari y Pocholo. Al mismo tiempo que les seduce, Paloma les supera en estupidez integral.

Es el trío perfecto.